En un reciente artículo (11 de abril de 2024), Joelle Pineau, la vicepresidente de investigaciones de inteligencia artificial (IA) de Meta, afirmó que “estamos trabajando con esmero para encontrar la manera de que (la IA) no solamente hable, pero de verdad pueda razonar, planear y recordar”.
De hecho, según el artículo, Meta y OpenAI estaban en ese momento “a punto” de sus nuevos modelos de IA “sean capaces de razonar y planificar”.
Dos semanas después, el 26 de abril de 2024, OpenAI anunció que su nueva versión de ChatGPT ya puede “recordar y planear”, aunque, quizá por pudor o por prudencia, no se menciona nada de que ChatGPT 5 (o como sea que se llame) ya puede razonar.
Dicho de otro modo, en aproximadamente un año y medio ChatGPT pasó de ser sólo una novedad, casi un juguete (como se consideró a los primeros teléfonos y a los primeros aviones), para transformarse ahora en una inteligencia artificial que habla, recuerda y planifica. Se puede especular que ChatGPT también ya razona por sí misma, o que muy pronto lo haga.
Sea como fuere, estos nuevos avances invitan a un examen más detenido, detallado y cuidadoso del impacto de la llegada de la inteligencia artificial general (IAG), que, al contrario de la IA actual, ya no será un sistema puramente reactivo, sino un sistema capaz de procesos cognitivos sofisticados. ¿Cuán sofisticados serán? Pronto lo descubriremos.
Mientras todo eso sucede, mientras la inteligencia artificial aprende a pensar y a razonar (¿qué sigue? ¿ser autoconsciente?), nosotros los humanos cada vez pensamos menos. Y, como consecuencia, cada vez sabemos menos y, por eso mismo, cada vez nos resulta más fácil aceptar cualquier tipo de desinformación, seudo-teoría o divertido videíto, a la vez que rechazamos la “realidad”.
Como dijo el filósofo estadounidense Daniel Dennett (recientemente fallecido) en su libro de memorias “Estuve pensando”, el verdadero problema que enfrentamos no es la llegada de la IAG o de algún otro tipo de superinteligencia. La verdadera amenaza existencial que podría incluso poner fin a la civilización es convertir a la IA en “un arma para la desinformación”.
Las consecuencias de esa situación, según Dennett, serán devastadoras para nuestra sociedad porque “no podremos saber si realmente sabemos, no sabremos en quién confiar y no sabremos si estamos bien informados o mal informados.” Además, “Podríamos volvernos paranoicos e hiperescépticos, o simplemente apáticos e impasibles. Ambas son vías muy peligrosas.”
Viendo lo que se ve y escuchando lo que se escucha en los mal llamados “medios de comunicación” y en las “redes sociales” (nombres que recuerdan al “Ministerio de la Verdad” de 1984), aquello de lo que nos advirtió Dennett ya está sucediendo. En cierta forma, ya estamos condenados.
Si así fuese, nuestra situación resulta muy similar (sino exactamente igual) a la de las almas descriptas en al principio del Canto 3 del Infierno, en la Divina Comedia de Dante. Se trata de almas ya sin esperanza y condenadas a la miseria por haber perdido y olvidado “el bien del intelecto”.